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Foto del escritorRafa Delgado

Atlantis: El imperio perdido (Gary Trousdale & Kirk Wise, 2001) – Crítica


Con el esperado aterrizaje de Disney+ al campo de batalla de servicios de streaming, por fin he podido saldar una eterna cuenta pendiente, que no es otra que darle caña a los largometrajes animados que la compañía del ratón estrenó en una de sus épocas más convulsas: la primera década del siglo XXI. ¿Y convulsas por qué? Por la tormenta perfecta que, durante esos años, se desencadenó respecto a "migración" de gustos del gran público respecto al cine de animación occidental, debido en gran medida al auge imparable de largometrajes animados por ordenador, con los estudios Pixar a la cabeza (previa a su compra por Disney) y con DreamWorks Animation presentando batalla con Shrek. Debido a la sobre explotación, los clásicos cuentos de hadas en formato musical animado pasaron de moda, e incluso fueron objeto de parodia constante (parte de la razón de existir del mismo ogro verde interpretado por Mike Myers es esa, dejando a un lado las vendettas personales de Jeffrey Katzenberg que bien se pueden oler durante toda la película). De todas formas, que me enrollo... Atlantis: El imperio perdido es una de las primeras que he podido ver, seguramente la que, junto a la “trilogía del cambio” (término que me acabo de sacar de la manga) formada por El emperador y sus locuras, la infravalorada y maravillosa El planeta del tesoro (de la que ya me extenderé en otro artículo, porque creo que da para mucha conversación) y la anodina Hermano Oso, refleja fielmente esos días de volantazos de los estudios, y en su contexto dentro de la historia del cine de animación contemporáneo estadounidense; el literal reflejo de la época transitiva entre la animación tradicional en 2D y la generada por ordenador, un medio híbrido de producir animación no solo en Disney, sino también en otros grandes estudios como DreamWorks y Studio Ghibli, que alcanzaría su máximo apogeo poco tiempo después (para luego sufrir una muerte súbita de la que nadie se dio cuenta, y de la que nadie se acuerda). El mismo equipo que se encargó de El jorobado de Notre Dame (una de las cumbres de los 90, bajo mi punto de vista) quiso alejarse deliberadamente de su obra anterior, produciendo una cinta de aventuras y ciencia ficción que bebía directamente de los trabajos de Julio Verne (Veinte mil leguas de viaje submarino). Visualmente es uno de los trabajos más interesantes ya no solo de esa época, sino dentro de la filmografía animada de Disney, gracias a la participación de Mike Mignola (el dibujante detrás de Hellboy), y por descontado por implementar de forma impecable ese conjunto híbrido de técnicas de animación que mencionaba en el párrafo anterior. En conjunto, el filme se ve algo mermado ante varios de los vicios que ya vienen incluidos dentro de la fórmula recurrente de la casa, como el exceso de secundarios intrascendentes que recurren al slapstick en prácticamente la totalidad de sus líneas de diálogo (vicios que se vieron acentuados de forma muy exagerada durante esa época); pero también por un tratamiento argumental que pudiera haber dado algo más de sí teniendo en cuenta el magnífico worldbuilding que se marcan, fuera materializándose en más metraje para que no se den situaciones entre personajes incómodamente forzadas, o incluso por un tono no tan infantilizado. Y aunque no es ni de lejos una de sus mejores películas, Atlantis: El imperio perdido es un decidido intento por parte de una compañía encorsetada en lujosos vestidos de princesas de zambullirse de lleno y sin complejos en la ciencia ficción, sintiéndose a gusto y con franqueza con su recuperado sentido de la aventura, otorgando al espectador momentos visualmente memorables, pero con un contrapeso de lastre narrativo arduo de soltar.


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