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Foto del escritorRafa Delgado

Airbender: El Último Guerrero (M. Night Shyamalan, 2010) — Crítica



Octavo largometraje de M. Night Shyamalan, en el que adapta a la pantalla grande la serie de animación norteamericana Avatar: La leyenda de Aang. Pese a recaudar más de 300 millones de dólares a nivel mundial, el film fue vapuleado por crítica y público prácticamente de forma unánime. A continuación descubrimos si en verdad había para tanto o no.

 

Cuando Airbender: El Último Guerrero se estrenó en Estados Unidos el pasado mes de julio, la lluvia de críticas negativas hacia la cinta de Shyamalan cayó en mí como un jarro de agua fría. Después de una campaña de promoción espectacular que me dejó con la boca abierta, lo último que esperaba era un 6% de críticas positivas registradas en Rotten Tomatoes.


A decir verdad, no sé cómo no pude verlo venir. Gran parte de la crítica especializada y del público tiene crucificado a Shyamalan por razones que sólo sus egos pueden saber, así que era de esperar que su nueva película no se iba a librar de verduras y hortalizas podridas lanzadas a pie de escenario.


Lo cierto es que no es para tanto. Se han estrenado un buen puñado de películas peores (e incluso insultantes) durante este 2010, y no se ha vertido ni la mitad de basura sobre sus responsables como sí se ha hecho con M. Night Shyamalan. Da la sensación de que esto ya es saña porque sí, que haga lo que haga el director de esa obra maestra titulada El Protegido se le va a arrojar a los leones por puro placer, como si fuera una moda autoimpuesta el meterse con él más que con el resto de directores de cine mediocre que se estrena en nuestras salas. Soy franco y os diré que El incidente me pareció una basura, y que Airbender: El Último Guerrero me ha parecido -simplemente- una mala película; pero no creo que un director como Shyamalan se merezca la que le está cayendo encima con una filmografía como la suya que, es cierto que puede haber ido de más a menos, pero ni mucho menos está por debajo del nivel de calidad del cine actual.


Lo que ha pasado con Airbender: El Último Guerrero es demasiado evidente: El montaje es un desastre, como si hubiera sufrido un auténtico martirio a base de tijeretazos y pocos escrúpulos por parte de los estudios en la mismísima sala de edición. La historia resulta excesivamente atropellada: Shyamalan quiere abarcar todo un arco argumental de una serie de televisión en dos horas de película, y es algo que pasa factura.

Los personajes son realmente planos, y la relación entre ellos resulta demasiado forzada. Su única razón de ser radica en su presencia obligada en la película por aparecer en la serie, y que no obtienen ninguna ayuda por parte de sus intérpretes: gente muy inexpresiva que, bajo la dirección de Shyamalan y sus tics (diálogos emperifollados y, en ocasiones, pretenciosos; miradas fijas…), echan al traste todo el carisma que los personajes de la serie original pudieran tener en la pantalla grande.


Se trata además de una película excesivamente fría y distante, que añadido a sus principales errores, dan como resultado una producción con una empatía prácticamente nula, algo grave tratándose de un blockbuster.


No obstante, Airbender: El Último Guerrero posee momentos realmente brillantes, pequeñas joyas aisladas donde Shyamalan nos demuestra su verdadero talento: desde una secuencia de acción rodada en un plano secuencia espectacular, pasando por breves escenas protagonizadas por el misticismo del universo en el que tiene lugar el film, hasta un inolvidable clímax final que hizo preguntarme si estaba viendo la misma película que hacía unos instantes: una cumbre cinematográfica en medio de un desastre sinsentido, arriesgada y valiente, en la que el contenido dramático de la trama, la mejor dirección de M. Night Shyamalan y la extraordinaria banda sonora de James Newton Howardse funden en armonía en la mejor secuencia de todo el metraje.


Es una verdadera lástima que el resto no acompañe. Al margen del pésimo casting, el principal problema del film reside en un montaje caótico que no deja reposar un relato que requería de mucho más mimo y dedicación. Se trata de un conjunto insuficiente que irritará o dejará indiferente, pero que sin lugar a dudas no merece toda la porquería que se le ha vertido encima.


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