Cuando supe que Tim Burton, director de una de mis películas preferidas (Eduardo Manostijeras), y responsable de uno de los mejores homenajes al cine dentro del cine de todos los tiempos (Ed Wood), sería el encargado de volver a llevar a la gran pantalla a Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll (y a A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, porque la gran mayoría de películas basadas en este clásico mezclan y juegan con elementos de los dos cuentos), no pude nada más que interesarme muchísimo en la producción que se nos venía encima en varios meses. La tan enrevesada personalidad del realizador, su estilo visual algo macabro e inconfundible, y sus métodos a la hora de narrar, convertían en indispensable el seguimiento con lupa de este proyecto.
¿Cómo retrataría Burton a Alicia? ¿Cómo sería la Reina de Corazones bajo su particular punto de vista? ¿Y el Gato de Cheshire?
No tardó en saberse que la película utilizaría toda la tecnología a su alcance para recrear el País de las Maravillas y todos sus locos habitantes. Y meses más tarde, que sería convertida en 3D, no sólo para aprovechar el tirón del formato (y el precio más elevado de sus entradas), sino las posibilidades que ofrece para el aspecto visual de la historia.
En ese caso, he de decir que Tim Burton y su equipo lo han conseguido. Pese a haberse rodado íntegramente en 2D, para luego convertirla a las tres dimensiones, Alicia en el País de las Maravillas luce espectacular en 3D, un espectáculo visual en ningún momento comparable con Avatar (ni con pretensiones de ello) y que nada tiene que ver con la patraña que acabó siendo la conversión de Furia de Titanes. El 3D cumple, funciona y luce como es debido en los momentos más importantes de la película, y además, enaltece la mayor virtud de ésta: su diseño artístico.
Basándose en el particular estilo de Burton, y en algunos bocetos que el director dibujó para la ocasión, el equipo de la dirección artística de Alicia en el País de las Maravillas consigue, con éxito, transportar el mundo que creó Lewis Carrollpara la pequeña Alice Liddell. Así, pasamos de caer a la madriguera del conejo (espectacular secuencia, donde el 3D hace de las suyas más que nunca) a visitar los parajes salvajes del submundo tales como los castillos de la Reina Roja (Helena Bonham Carter) y la Reina Blanca (Anne Hathaway), la casa de la Liebre (donde Alicia se encuentra con el Sombrerero Loco (un histriónico Johnny Depp y sus amigos) o el tablero de ajedrez donde tiene lugar el desenlace), encontrándonos en lugares que nos parecerán a simple vista familiares, con cierto toque Disney, pero también desconocidos, como si el País de las Maravillas se hubiera convertido en un lugar siniestro y tétrico que nos recuerda a Sleepy Hollow (también de Burton), como si la locura y la demencia de sus habitantes se hubiera contagiado a su entorno.
Por desgracia, Linda Woolverton (El Rey León), responsable del libreto de la película, construye un relato tan aburrido en demasiados pasajes, como sorprendentemente poco original.
Si bien es cierto que esta Alicia en el País de las Maravillas gustará, quizá, a los seguidores de la obra de Carroll por sus múltiples referencias y guiños, la película no sólo tiene un ritmo excesivamente irregular (la labor de Burton, más allá del aspecto visual del filme, es poco más que anecdótica), sino cierta sensación de déjà vu que ahoga cada frame más y más durante el metraje. Woolverton bebe de toda la obra de Carroll para construir una historia que podría dejar al espectador tan indiferente (básicamente: quien no haya leído los libros) como fascinado (los que sí que lo hayan hecho, además de los fans).
Esto es debido a que partiendo de Alicia en el País de las Maravillas, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí y el poema sin sentido Jabberwocky, nace un relato de aventuras y fantasía que desembocará en una épica heroica y profética sin sentido del ridículo que, lamentablemente, está demasiado trillada en los tiempos que corren. Y, en realidad, la sensación que uno tuvo tras la proyección del filme no pudo ser más agridulce…
Commentaires