Después de ser injusta y descaradamente ignorado por su formidable Zodiac en los Oscars del año pasado, David Fincher vuelve a lo grande con trece nominaciones bajo el brazo con El curioso caso de Benjamin Button, incluídas las categorías a la mejor realización y a la mejor película de 2008 (recordemos que en Estados Unidos se estrenó el pasado día de Navidad).
Pero ¿cómo ha logrado encandilar este año a la Academia con este film protagonizado por Brad Pitt (también nominado) y Cate Blanchett?
Los que conozcan la filmografía de David Fincher sabrán que tiene un estilo muy particular de rodar y de exponer la trama. Su estilo se caracteriza por la sutileza de sus planos, el buen gusto y la elegancia en saber cómo y dónde colocar y mover la cámara. Por ello me estaba pareciendo, valga la redundancia, muy curioso el caso de esta película y cómo está hecha.
No hay que reprocharle nada porque técnicamente es perfecta: la recreación de un Benjamin Button “niño-viejo” es un hito histórico de los efectos digitales y del cine en general, al ser prácticamente tan perfecta que asusta, aunque el cerebro ya percibe automáticamente que lo que estás viendo no es real. Eso no resulta un problema demasiado aparatoso, puesto que la primera mitad del film está ambientado en una especie de semi realidad que lo disimula con habilidad, semejante al Big Fish de Tim Burton; y no me refiero al elemento fantástico, sino al ambiente que se respira en la película: su “aroma”.
Es durante esta primera mitad del filme que David Fincher está prácticamente fuera de nuestra percepción. No vemos al Fincher autor por ningún lado: vemos a alguien con el piloto automático puesto y, lo que es peor, a alguien que, pese a que nos ofrece un material formidable y bien resuelto, aparca totalmente su sello que le caracterizaba y dirige un material tan impersonal y académico que, en parte, termina decepcionando.
Pero afortunadamente la labor de Fincher como narrador evoluciona durante la película y con el personaje protagonista, que ve cómo va rejuveneciendo a medida que va pasando los años, mientras que sus seres queridos van envejeciendo y muriendo.
Poco a poco Fincher va saliendo del cascarón y le vemos cada vez más y más, deleitándonos con su estilo primero con migajas, y luego con secuencias verdaderamente brillantes. Y entonces esa aura de cuento de hadas se rompe y nos topamos con la realidad de la vida, de que, junto con Benjamin Button, hemos crecido. La película tiene la cualidad de que en cada etapa de la vida del personaje de Brad Pitt nos ofrece un ambiente en concreto, jugando con los elementos cinematográficos que la componen: así, para la infancia y adolescencia la película resulta agradable y cálida; mientras que, a medida que va creciendo el personaje, se va tornando más melancólica, gélida y triste.
Es una verdadera lástima que el resultado final se vea mermado por un ritmo demasiado lento y tranquilo, y un metraje tan largo y plomizo como, irónicamente, la vida misma. Esto no debería ser un problema duro de roer para el espectador con paciencia y aguante si no fuera por la poca empatía que desprende quien, precisamente, no debería hacerlo: Benjamin Button. Su poco carisma y su falta prácticamente total de emociones (y expresiones: ¿Brad Pitt ha sido nominado por su interpretación o por su proceso de transformación física?) ante los acontecimientos más importantes de su vida perjudica seriamente la conexión del espectador con la película, al menos en mi caso. Ocurre totalmente lo contrario con Daisy, el fascinante personaje que una pletórica Cate Blanchett interpreta con personalidad y sensibilidad. Que su personaje complemente en cierta medida al de Brad Pitt me hace pensar que puede que estemos ante puras decisiones artísticas, pero teniendo en cuenta que el propio David Fincher reniega del montaje final de la película estrenado en cines, no las tendría todas conmigo.
En definitiva, El curioso caso de Benjamin Button es una fábula sobre toda una vida y la vida misma que no dejará indiferente a nadie. Es un film que puede resultar tan sensible y emotivo como distante y frío cual témpano de hielo a partes iguales, lo cual será, con toda certeza, reflejo de las reacciones que despertará en la platea a partir de mañana.
No se dejen llevar por mi puntuación final: Simplemente háganlo con sus propias emociones, y juzguen por ustedes mismos. Porque si es una película parcialmente tan impersonal para su creador, será todo lo contrario para el espectador.
Para bien o para mal.
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