Algo sucedió con el estreno de El Caballero Oscuro hace cuatro años: el listón se dejó demasiado alto. Con la secuela de Batman Begins se juntaron varios factores que hicieron del film algo único e irrepetible. Vista con mucha distancia, cuatro años después de aquél entusiasmo inicial, sé reconocerle fallos y carencias, pero me sigue pareciendo una producción masiva y contundente que marcó diferencias.
No creo que fuera nada fácil la tarea de continuar y finalizar la saga para Christopher Nolan. Vivimos una época en la industria en que las franquicias tienen que ir de menos a más, y de más a mucho más. Si en la primera entrega hiciste una apuesta, en las siguientes debes igualar y superar todo lo que ofreciste.
Aquí, esta regla no establecida se la salta Nolan a la torera. Y hay que echarle muchas narices para ello. Porque efectivamente, quien vaya al cine a ver El Caballero Oscuro: La leyenda renace como el no va más de la trilogía, ya puede ir preparándose para caer en la decepción.
La tercera y última entrega de la trilogía del Caballero Oscuro de Nolan apuesta mucho más por el drama y el viaje interior del protagonista, a diferencia de su predecesora, más centrada en el Joker, la caída del héroe y un montaje apabullante (para lo bueno y para lo malo) que en casi todo lo demás. El film solo tiene un camino: el retorno al origen para el renacer del símbolo. Por ello tiene más en común con Batman Begins que con El Caballero Oscuro, incluyendo un ritmo que se toma su tiempo en arrancar (prácticamente media película), en lugar de bombardear al espectador desde el primer minuto.
Si bien es cierto que Christopher Nolan continúa con sus tics (montaje de tráiler, elipsis locas, personajes que se describen a ellos mismos y explican hasta la extenuación lo que van a hacer), una vez en marcha, El Caballero Oscuro: La leyenda renace es un frenético y emotivo viaje hacia el deber, el honor y el destino sin ningún tipo de complejo de inferioridad, consciente de ser la menos eficaz –pero no la menos ambiciosa– de la trilogía, y sí la que más se parece a un cómic, con sus más y sus menos: más acción pulp y personajes planos que nunca, menos realismo de escaparate.
El enemigo más temible de la película, sin embargo, no es otro que el propio hype generado a raíz de su estreno. El Caballero Oscuro: La leyenda renace es un sobresaliente espectáculo digno de ser presenciado en la gran pantalla, pero no es ni mucho menos la mejor película de superhéroes de la historia, como muchos están vaticinando, creando unas expectativas desmedidas que no benefician a nadie. Más vale ver el honorable desenlace de esta trilogía con temple y sangre fía, no vaya a ser que unos se lleven más de un disgusto y otros vean virtudes incontestables donde, en el fondo, quizá no las haya.
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