Uno de los personajes más populares de la saga de Shrek, se independiza de la franquicia en este spin-off dirigido por Chris Miller (co-director de Lluvia de albóndigas), en el que se nos cuenta los orígenes del genuino, único e inimitable El Gato con Botas.
La franquicia estrella de DreamWorks Animation Studios llegó a su cúspide cuando, a principios del verano de 2004, Shrek 2 llegase a los cines de todo el mundo reventando las taquillas. El ogro verde de Jeffrey Katzenberg siempre ha obtenido muy buenos resultados económicos, pero a partir de entonces, su popularidad nunca llegó a ser la misma. Sus dos secuelas (Shrek Tercero y Shrek: Felices para siempre) fueron vilipendiadas por la crítica, y los personajes secundarios de la trama empezaron a comerle terreno al protagonista, cada vez más terco, gruñón y antipático tanto en las películas como a ojos del espectador.
Uno de esos personajes secundarios no era otro que el Gato con Botas, interpretado con acierto tanto en la versión original como en la doblada por Antonio Banderas. El personaje cayó en gracia ya en el estreno de Shrek 2, y fue ganando cada vez más popularidad a medida que se iban estrenando sus nuevas aventuras junto a Shrek, Asno y Fiona. Pronto, los estudios de animación de DreamWorks vieron el filón detrás del personaje, y encargaron el primer spin-off de la franquicia para que el Gato lo protagonizara en exclusiva.
Unos años más tarde ya tenemos el resultado en cines de todo el mundo. Banderas se consolida con el personaje en una aventura animada que, por fortuna, se divorcia no sólo de la fatiga de la que se quejaba la saga del ogro verde en sus últimos y agónicos coletazos, sino también de su regazo.
El Gato con Botas no es ni mucho menos una película de animación fresca y novedosa. Entra en la dinámica habitual de DreamWorks del brainstorming y de la virguería, pero siendo francos, es divertida sin llegar a repetirse, y entretiene tanto o más como el más digno blockbuster de aventuras.
Es posible que la cinta trate de alejarse del legado de Shrek en ciertas maneras, pero el Gato no deja a un lado su naturaleza a la hora de retratar y explorar con inventiva los cuentos de hadas tradicionales. No inventa nada nuevo, pero sí resulta de lo más vistosa e imaginativa al respecto.
El cambio de rumbo de DreamWorks Animation Studios a la hora de dotar de cierto contenido dramático a sus personajes también se hace notar en El Gato con Botas, y no solo en su desenlace, sino durante todo su metraje. No llega a pasar la línea como puede llegar a hacerlo Pixar sin despeinarse y por méritos propios, pero se agradece el esfuerzo.
Entre las pedorretas, los eructos y los chistes zafios del pasado, lo cierto es que este Gato sabe como un soplo de aire fresco del que muy bien podría nacer una nueva y más estimulante franquicia, de la que DreamWorks podría tirar del carro y aprovechar para evolucionar, de una vez por todas, su madurez como estudios de animación.
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