Nueve años de realización, diecisiete horas y cuarenta y siete minutos de películas después de estrenarse la primera entrega de la serie, Harry Potter y la Piedra Filosofal, el joven mago creado por J.K. Rowling e interpretado por Daniel Radcliffe, comienza a despedirse del mundo del cine con la adaptación de la primera mitad del último libro de la serie literaria. Warner Bros. Pictures decidió partir en dos el final de la historia por la complejidad y la longitud de la misma, estrenando la primera parte mañana en todo el mundo, y la segunda durante el verano de 2011. Esto es, precisamente, uno de los grandes defectos tanto de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 1, como de una saga cinematográfica que se resiste a morir.
La saga del nunca acabar
Los estudios y J.K. Rowling acordaron en su día adaptar cada novela en una película independiente, para recaudar así –y como es lógico- el máximo de beneficios. Y el negocio, diseñado casi exclusivamente para admiradores, salió redondo como cabía esperar: A día de hoy, y antes de estrenarse en cines la última película de la serie, Harry Potter ha recaudado en total más de 5.417 millones de dólares a nivel mundial, convirtiéndose en una de las sagas cinematográficas más rentables de todos los tiempos.
No obstante, en cuestiones de cine, la serie no puede presumir tanto como los peces gordos de la Warner podrían pensar en un principio. Porque da la sensación de que Harry Potter nunca termina. Si no eres un fan de los libros y de los personajes que los protagonizan, hay que tener mucha paciencia con estas películas. Siete películas son muchas películas, y si gran parte de esta pequeña filmografía carece de un clímax final lo suficientemente convincente, terminas aburrido de tanto mundo mágico sin conclusión.
La serie llevaba un buen ritmo narrativo hasta la cuarta entrega, Harry Potter y el Cáliz de Fuego, en la que se destapaba la caja de Pandora y resucitaba por fin el némesis de la historia, Lord Voldemort (Ralph Fiennes). A partir de ahí, el limbo se apoderó del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería y del mundo que le rodea, adormeciendo a todo ser viviente con historias y sub tramas que, en cine, no gozan del mismo poder e importancia que en la literatura. Simplemente no funcionan. Y el público convencional, harto de no ver la luz al final del túnel, acaba cansado y hastiado del personaje.
Estirar como un chicle la historia de Harry Potter innecesariamente y al servicio de los fans es uno de los grandes defectos de esta serie, pero también lo es de esta nueva película, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 1, en la que por fin empieza a vislumbrarse el final de la historia, las piezas comienzan a situarse en su lugar y todo está preparado para la gran batalla. Sin embargo, en mala hora se decidió partir en dos el desenlace. Lo que cuenta David Yates -director cada vez más inspirado y acertado en según qué cuestiones técnicas y artísticas de las películas- en esta nueva entrega que dura ciento cuarenta y seis minutos, muy bien podría resumirse en poco menos de cuarenta. La parsimonia habitual en las últimas películas le juega una mala pasada al ritmo del film, que se ve resentido con gravedad en los pasajes más pesados, aquellos protagonizados por Harry (Daniel Radcliffe), Ron (Rupert Grint) y Hermione (Emma Watson), acampados en un bosque y tan despistados como un servidor, al mirar el reloj y comprobar que han transcurrido sesenta minutos de película, y prácticamente no ha pasado nada.
El principio del fin
No obstante y por fortuna, la sensación de estirar el chicle más de lo necesario no es tan pronunciada como en la desconcertante anterior entrega, Harry Potter y el misterio del príncipe. Mientras que en aquella había un intento de insertar ciertas alegorías sobre la relación entre juventud y vejez, aquí dicho riesgo tiene mayor alcance, acierto y recompensa. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 1 rompe con el status quo de la serie, que hasta ahora formaba una estructura argumental muy pautada. Ya no hay profesores, ni compañeros de clase, ni simpáticas escenas que reflejen el ambiente escolar en Hogwarts. Todo eso ha cambiado. Ahora hay amigos y aliados, amenazas y enemigos. Hogwarts ha desaparecido del plano, que ahora muestra el mundo más real, oscuro y cruel.
El film expone así, y de forma mucho más explicita (y creativa) que en las novelas, una alegoría de la vida misma y de su lado más crudo, y que engloba prácticamente toda la saga. Te das cuenta cuando ves a Harry, Ron y Hermione teniendo que tomar decisiones y acciones importantes por ellos mismos, sin ayuda de mentores ni compañeros: ellos solos contra el resto de un mundo que se ha vuelto patas arriba, y que les devuelve golpes que difícilmente pueden llegar a soportar.
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 1 entra además con un tema mucho más interesante de lo que cabía esperarse. David Yates refleja en el film la actual inestabilidad política que sufre el Mundo Mágico desde que Voldemort y sus esbirros se están haciendo con el poder, estableciendo algunas reminiscencias curiosas de ver entre ese mundo imaginario y la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Semejanzas (propaganda, terrorismo político, fascismo, limpieza étnica, exilio, etc.) que, en el libro, resultaban mucho más sutiles –e incluso rebuscadas- de ver, pero que de vuelta al cine, se vuelven mucho más explicitas y extrañamente estimulantes para el caldo de cultivo que Yates está preparando para un clímax final que, sin duda, se prevé emocionante.
El director David Yates y el guionista Steve Kloves construyen así una película muy irregular en ritmo y contenidos (ya que se sigue apostando por una dirección tranquila y una ambientación etérea para contarnos en más de dos horas de metraje cuatro cosas contadas), pero en la que afortunadamente se alcanza un nuevo y más tangible nivel de madurez, tanto en sus personajes como exponiendo situaciones (impresionantes los dos epílogos), y en la que se empieza a atisbar un desenlace definitivo.
La película cumple de sobras con su objetivo en todas sus set pieces (destacando por encima de todas la persecución inicial), y en los momentos más dramáticos y decisivos de la historia. Es una lástima que el resultado se vea enturbiado por el corte final de la película, justo cuando el film empezaba a ponerse realmente interesante. No será hasta el mes de julio del año que viene que no podremos disfrutar (o sufrir) del desenlace definitivo de la serie, con Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte 2. Mientras tanto, y como hemos estado haciendo durante todos estos años, habrá que seguir esperando.
Comments