Creo que no me equivocaría si dijera que, la amplia mayoría de los aficionados al séptimo arte y al mundo del cómic, nos mostramos notablemente sorprendidos ante la decisión de elegir a Kenneth Branagh para dirigir una película sobre un personaje Marvel. Fue totalmente inesperado, para qué nos vamos a engañar a estas alturas, acostumbrados que estábamos a directores de quita y pon y ligera labor para este tipo de producciones. No obstante, una película como Thornecesitaba de un director con una experiencia en la dramaturgia como la de Branagh, distinguido miembro de la Royal Shakespeare Company.
A decir verdad, mis expectativas como espectador se vieron aumentadas con su elección. Estaba seguro que Branagh aportaría en Thor un desarrollo en los personajes y en sus relaciones que no habríamos visto en una película sobre el universo Marvel hasta ahora. La compleja historia del personaje, repleta de matices e historias de gloria, política, amor y traición, así lo requería. El error en esperar demasiado de Branagh en una producción como esta reside en pensar que él también habría escrito el guión del film, nada infinitamente más lejos de la realidad.
Thor empieza muy bien, con un prólogo narrado espléndidamente por Anthony Hopkins –de lejos, lo mejor de la película–, y que nos cuenta los orígenes del personaje y su entorno, describiendo concienzudamente su mitología, algo que resulta fascinante y nos atrapa empapados por el concepto glorioso e imposible de un mundo como Asgard y su linaje de líderes, seres longevos y todopoderosos que las primitivas mentes de los habitantes del planeta Tierra convirtieron en dioses. Estamos ante una primera mitad del film que es toda una exhibición de ritmo y disposición de piezas de ajedrez que hará que nos frotemos las manos constantemente, esperando la gran batalla que nos están prometiendo, el clímax final acojonante que confirmará al personaje interpretado por Chris Hemsworth como el superhéroe que conocemos de los cómics.
Sin embargo, un giro en la historia que inaugura el segundo acto del film, hace que este vaya cayendo en picado estrepitosamente hasta el final. Pese a ciertos destellos de buen cine, y de ser realmente entretenida, lo que acaba pasando con Thor es incomprensible. El ritmo y la edición se vuelven cada vez más incoherentes, como si hubieran sido víctimas de los temibles tijeretazos en la sala de montaje. Y el guión, que hasta ese entonces era más que correcto y exponía con franqueza la historia y las sub-tramas que la pueblan, hace aguas en el aspecto en el que menos se esperaría de una película dirigida por Kenneth Branagh: el desarrollo de los personajes, prácticamente ausente en una película hambrienta de ello (me expliquen dónde queda la química entre el protagonista y una anecdótica Natalie Portman), provocando que el conjunto quede exageradamente cojo y que nos recuerde a estropicios recientes como Airbender: El último guerrero.
No es que Thor ofenda a nadie ni sea una película mala, ni mucho menos, es que simplemente se queda en algo insípido que no nos imaginamos mientras nos iba prometiendo algo más bien distinto. Sabe a poco, a breve aperitivo de lo que Marvel Studios nos está preparando para Los Vengadores (dirigida por Joss Whedon y cuyo rodaje acaba de empezar).
Sí, el Dios del Trueno aún tiene mucho que demostrar y decir. Su tirón es indudable y su atractivo cinematográfico bastante destacable, pero su temible poder aún está por desatar. Lamentablemente, no será en esta película.
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