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Foto del escritorRafa Delgado

Tron Legacy (Joseph Kosinski, 2010) — Crítica




La década de los ochenta aún estaba en pañales cuando Tron vio la luz. El mundo del cine aún contaba con cierta ingenuidad a la hora de contar historias de aventuras, fantasía y ciencia ficción. Esa ingenuidad algo romántica que conseguía que espectadores de todas las edades y rincones del mundo, pudieran soñar y maravillarse con mundos distintos e improbables. Como el interior de un ordenador.


En aquella época, el mundo de la informática era algo nuevo y desconocido. Salía al mercado un artilugio que rompería moldes, el CD, y el primer ordenador doméstico de uso masivo nacía bajo el nombre de ZX Spectrum. Y de pronto, a alguien en Disney se le ocurrió una idea en principio brillante. Steven Lisberger y Bonnie MacBird pensaron que ubicar la acción de una historia dentro de los circuitos de un ordenador sería una idea a tener en cuenta, así que pusieron toda la carne en el asador. Aproximadamente 17 millones de dólares fueron invertidos en la realización de Tron, que acabaría por pasar a la historia por ser la primera película en utilizar efectos digitales, convirtiéndose en un hito cinematográfico.


Sin embargo, Tron fue un fracaso tanto en crítica como en taquilla. La película fue criticada por ser demasiado acartonada en sus interpretaciones y por su incoherencia en el guión. Ciertamente, lo peor del film es una historia sin ritmo ni ingenio cuyo reparto no puede estar más despistado, resultando excesivamente caduca y aburrida en nuestros días. Todo ello no impidió que la película cultivara un fanbase bastante importante, comprendido por personas que se quedaron prendidos de ese mundo, o simplemente por ese público que lo hizo gracias a la nostalgia, convirtiendo el fim en un icono.


Teniendo en cuenta eso, Walt Disney Pictures se percató de la existencia de un filón que podría funcionar a las mil maravillas. Han pasado casi tres décadas desde el estreno de Tron, y el público que se enamoró de ella ha crecido y contagiado su nostalgia a la cultura popular. No existe ninguna duda de que la hora de Tron Legacy transcurre en nuestros días, siendo el momento idóneo de la revisitación y la amortización de una película de culto como mandan los cánones actuales.


El debutante Joseph Kosinski es el elegido para la realización de Tron Legacy, un realizador con una percepción visual hipnótica y moderna a quien el proyecto le viene como anillo al dedo. No hay más que comprobar el resultado final de la película, que sin duda entra directamente en el ránking de las producciones más espectaculares del año. Kosinski logra con éxito modernizar un mundo que se había quedado anquilosado en el pasado más acartonado y en el peor sentido del término, sin dejar que pierda su esencia bajo ningún concepto. La mezcla entre lo moderno y lo retro, fascinante y evocadora, es el acierto más importante del conjunto, que cuenta con cierta ayuda de Daft Punk, dúo responsable de la impresionante banda sonora original. No cabe duda de que los fans de la película original quedarán más que satisfechos con el film.


No obstante, la película hereda muchos de los problemas de su predecesora. Pese a que no termina de ser del todo lenta, el ritmo de Tron Legacy es de lo más irregular, exhibiendo sus mejores cartas en el planteamiento y quedándose muy corto justo cuando la película lo necesita: el clímax final y el desenlace.


El tratamiento épico-mesiánico que Kosinski le da a la cinta se queda grande ante una historia muy básica que, pese a sus esfuerzos -la reminiscencia con la Alemania nazi resulta de lo más interesante-, no termina de ser del todo coherente (personajes desdibujados, subtramas que se intuyen y se esfuman al instante) ni suficiente. Por no hablar de alguna que otra referencia religiosa sin importancia que puede que chirríe en según qué criterios.


Para algunos, uno de sus puntos más flacos residirá en su idea base. El mundo ha cambiado mucho durante estos treinta años que han pasado. Por desgracia, el público ya no es tan ingenuo ni el cine tan romántico. Esas características que hacían del cine un mundo de ensueño genuino y verdadero prácticamente han desaparecido. Asimismo, el mundo de la informática ya no es tan desconocido, sino que está a la orden de nuestras rutinas diarias. Nos encontramos en un momento de la historia en el que la ficción tiene que ser seria, pero sobretodo realista. El hecho de ambientar una película en los circuitos de un ordenador (o de un sistema entero) donde los programas tienen su propia vida y personalidad es algo tan arriesgado hoy en día que sólo pertenece al pasado, casi como aquellas tiras publicitarias de los años cincuenta en las que se situaba a la humanidad construyendo residencias en la luna a mediados de los setenta.


La mezcla entre esa ficción actual y ese modo de hacer fantasía del pasado está tan presente en Tron Legacy, que es determinante tanto en su éxito como en su fracaso entre los que sigan abrazando la fantasía sin límites ni complejos, o por los que apuesten por aquella justita y limitada por las tendencias actuales que, dentro de treinta años, quedarán igual de caducas que hombres y mujeres enfundados en trajes de neón.

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